martes, 11 de septiembre de 2012

Imperio Azteca


Religión

La religión azteca contenía rasgos de crueldad y barbarie propios de la época primitiva de pueblo nómada, un culto agrario centralizado en el dios Tláloc, chamanismo y culto a la naturaleza, héroes civilizadores, fetichismo (obsidiana, jaguar). Además los aztecas no destruían las creencias religiosas de los nuevos vasallos, más bien incorporaban los dioses foráneos a su mitología: a mayores conquistas se acrecentaba el panteón de los aztecas. Todo esto había sido barajado y ordenado hasta donde era posible por una casta sacerdotal para darle cierta coherencia y, sobre todo, para dotarlo de un ritóal espectacular con el que se tenía dominado y sobrecogido al pueblo.
Los sacerdotes se preparaban en el calmecac, perfeccionándose en conocimientos calendáricos, escritura sagradas, prácticas ascéticas, cántico, orácu;los y rituales. También había sacerdotisas y una especie de conventos para mujeres.

Los sacrificios

Todo el orden cósmico y natural dependía de la fuerza de sós dioses para mantenerlo por lo que era necesario hacerles ofrendas con la fu;nción de contentarlos. La ofrenda más importante era la sangre, fluído vital, que los mantenía jóvenes y vigorosos. Las vícimas humanas eran colocadas sobre una piedra ceremonial y se les extraía el corazón con un cuchillo de obsidiana. Este era ofrecido a los dioses mientras el cuerpo rodaba por las escaleras del templo ante la impresionada multitud que asistía regocijada a la ceremonia.
Los aztecas creían que el destino estaba trazado para cada uno pero que bajo ciertas circunstancias podía ser modificado.
Para apaciguar a los dioses, sacerdotes y gente del pueblo oradaban sus orejas y lenguas con espinas de nopal, haciendo de su sangre una ofrenda.

Mitos aztecas

Como todos los mitos de la America Central, giraba alrededor de la muerte; su religión exigía sacrificios de sangre y se movía alrededor de una pléyade de divinidades de la muerte y de otras muchas entidades menores y terribles. Sobre todas esas criaturas del tenebroso mito infernal regían, desde el círculo noveno, el más recóndito del universo oscuro de Chicnaujmichtla, los esposos Mictlantecuhli y Mictecacihualtl. El Universo estaba compuesto por una serie de planos paralelos, que iban desde los nueve, o trece, exteriores, en donde tenían su morada los dioses, hasta los de planetas y astros que se ven en el firmamento, pasando por los cielos de colores.
Bajo el plano de nuestro mundo, debajo de ese disco que está en el centro mismo del Universo, rodeado de agua en toda su periferia, se sucedían los planos paralelos, que aquí sumaban nueve, terminando en ese infierno al que iban las almas de los seres anónimos. Allí llegaban tras un camino de cuatro años a través de muchas y duras pruebas aquellas ánimas que no habían sido elegidas por Huitzilopochtl, el gran dios supremo y divinidad del Sol, quien se preocupaba sólo de la muerte de sus elegidos, los guerreros, o por Tlaloc, el dios de las lluvias y el agua, a quien correspondían los que habían muerto por las aguas exteriores del cielo y de la tierra, por las tormentas y los rayos, y por causa de enfermedades relacionadas con las "aguas" interiores del cuerpo humano.



Maicol David Hernandez Rodrigues.

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